El mundo que experimentanios está determinado en gran medida por nuestras experiencias pasadas y nuestras expectativas futuras, que forman un “marco de referencia” o, como ha sido llamada, una “masa aperceptiva”.
Debido a esto, no se puede decir que el hombre reciba pasivamentemundo de sensaciones; él es un determinante activo de lo que percibe y experimenta, puesto que no sólo sus órganos de los sentidos, sino tam ién su masa aperceptiva, con su organización social de sentimientos e imulsos, forma parte de su percepción.
En este sentido, el hombre como persona construye el mundo que percibe, y esta construcción es un acto social.
Aunque biológicamente todos tienen el mismo tipo de órganos de los sentidos, la gente de diferentes sociedades percibe diferentemente las cosas. Los que viven en grandes planicies desarrollan capacidades visuales que pueden no poseer los pobladores de París.
De Poncins escribe: “Me esforcé y me esforcé, y no veía nada hasta que un esquimal señaló con su lá co. y contra mi voluntad dije que veía lo que él veía. Rápidamente lo que veía se convirtió para mí en algo tan grande como la cabeza de un alfiler, en un cuarto de hora las cabezas de alfileres eran manchas de moscas y al fin pude ver que las manchas de moscas eran, en realidad, un grupo de personas y animales” .
El lenguaje nos da el anclaje en el cual fijar las memorias y las anticipaciones futuras. Los registros estenográficos de niños de dos o tre años indican esta vinculación entre la memoria y los símbolos y pre-verbales. A medida que los símbolos se vinculan con hábitos orgánicos y sentimientos psíquicos o segmentos de experiencia, se reorganizan con tantemente en la memoria y la imaginación.
El lenguaje nos da el anclaje en el cual fijar las memorias y las anticipaciones futuras. Los registros estenográficos de niños de dos o tre años indican esta vinculación entre la memoria y los símbolos y pre-verbales. A medida que los símbolos se vinculan con hábitos orgánicos y sentimientos psíquicos o segmentos de experiencia, se reorganizan con tantemente en la memoria y la imaginación.
Recordámos a los otros, de los que nos hemos separado, de acuerdo con nuestros deseos y fantasías presentes; lo mismo ocurre con la memoria de nosotros mismos en el pasado.
Las fotografías y lo que los otros nos cuenta limitan la fantasía reconstructiva, pero no del todo; en cuanto a las ftografías, podemos decir que el acto de percibir es también una cons trucción, a menuda influida por nuestras fantasías y anticipaciones. -‘ los cuentos que nos relatan nuestra madre y otros parientes, que escuchamos y recordamos, por lo general no nos muestran todo lo ocurrido. Las madres no se destacan como observadoras científicas de sus hijos.
Aunque es posible que las pautas formadas por las experiencias importantes de la época infantil no desaparezcan fácilmente con las exp riencias subsiguientes, no parecería que sus influencias en el adultotransmitiesen principalmente a través de la memoria explícita. Las experiencias, reales o imaginarias, que no fueron simbolizadas explícita y adecuadamente, son las que con más frecuencia constituyen la parte de nuestro pasado que influye en nuestro presente y futuro. Pero, ¿como influyen estas formaciones tempranas en las formaciones posteriores del carácter?
El condicionamiento de reflejos y el desarrollo de hábitos durante la fase infantil del organismo pueden perdurar en la vida posterior. Es dudoso que persistan en forma idéntica, pero pueden persistir en nuevas integraciones, y limitan los hábitos que pueden adquirirse posteríormente
Si se pueden realizar varias actividades y el individuo elige una y rechaza otras, le adscribimos un deseo, una finalidad o una voluntad. Este dominio de los propios movimientos, o sea, el uso de ellos como medio para adquirir lo que uno desea, implica el conocimiento y la anticipación de nietas. El propósito, el deseo o la intención, como un estadio en el desarro llo del impulso, existen cuando los impulsos han encontrado objetos.
Si se pueden realizar varias actividades y el individuo elige una y rechaza otras, le adscribimos un deseo, una finalidad o una voluntad. Este dominio de los propios movimientos, o sea, el uso de ellos como medio para adquirir lo que uno desea, implica el conocimiento y la anticipación de nietas. El propósito, el deseo o la intención, como un estadio en el desarro llo del impulso, existen cuando los impulsos han encontrado objetos.
No recordamos simplemente acontecimientos aislados de nuestro pa.sado. Recordamos acontecimientos situados en un marco de referencia. Este marco de referencia nos lo da nuestra sociedad, y lo que encaja en él y lo llena se recuerda mejor que lo que no podemos situar. Bartlett infor-nó que luego que algunos miembros de una tribu zulú visitaron la ciudad de Londres, la cosa que más vivamente se mantenía en su memo ria era la imagen del policía inglés parado en medio del tránsito, con los brazos levantados. Este gesto resultaba ser el signo del saludo entre los miembros de sus tribus; era una de las pocas imágenes que encajaban inmediatamente en el marco de referencia social de su memoria, y fue recordado.
De modo similar, los proyectos de un individuo, su filosofía de la vida y sus expectativas y metas específicas, normalmente encajan en un amplio marco de referencia social, típico de los miembros de su posición social, que li el alcance de su construcción del futuro posible. Sin embargo, limitar no es determinar. La estructura del futuro de un hom bre, tal como él la ve, está sujeta a modificaciones individuales notorias. con sus proyectos vitales, sugeridos por su posición social en una socie dad particular, en un momento dado.
Surgen problemas, y se deben tomar decisiones, que comprenden anticipaciones del futuro, lo mismo que hábitos del pasado. Las expecta tivas en conflicto, que nos imponen los otros, no terminan necesaria mente en un desacuerdo o a la deriva; a menudo terminan en un viraje de nuestra coziducta y a veces de nuestros proyectos vitales.
Una meta fundamental de nuestros proyectos puede ser e punto que ordena nues tra conducta presente. Esta selección de una meta y el ordenamiento de nuestras actividades presentes como medio para su realización, constituyen, por supuesto, un aspecto distintivo del carácter consciente e inteligente.
Controlamos nuestra conducta presente por el futuro que anticipamos y deseamos en diversos grados, y lo mismo que respondemos al tajo de un cuchillo antes de que éste nos corte, asumimos roles antici pando las reacciones de otros, con el fin de evitar ansiedades y de alcan zar los fines deseados.
Por medio de la anticipación, el futuro opera en el presente; actuamos ahora en términos de ese futuro. Estas anticipaciones son las con diciones de nuestra conducta presente y de las estilizaciones de la persona.
Probablemente, toda la experiencia tenga estos elementos del futuroanticipado, puesto que respondemos a los signos presentes de los objetosfuturos: huimos cuando hay humo, aunque no hayamos visto fuego.
Las reacciones de una persona a los requisitos de un rol pueden :Lasificar en términos de los poderes que tiene el rol de hacerla sentirse tranquila y , por otro lado, ansiosa por no poder cumplir con las xnectativas que se le imponen.Un hombre puede sentirse restringido al desempeílar ciertos roles;ede no ser capaz de “situar” todas sus energías, impulsos y tendenciasentro de las exnectativas convencionales que requiere su rol. La imagen de si mismo, reflejada de otros roles desempenados previa o actualmente puede estar en conflicto con la imagen reflejada del desempeno del rol restringido. En consecuencia, la persona no puede “darse toda”
El objeto de nuestros deseos y propósitos se seleccionará naturalmente entre los objetos socialniente disponibles o que se nos ofrecen, por más extraña. mente que se combinen en fantasías que surgen de privaciones muy largas. Nuestros deseos de cosas particulares a menudo están en nosotros porque otros las desean. Spinoza dijo que “la emulación es el deseo de algo que se engendra en nosotros por el hecho de que imaginamos que otros también lo desean”La comprensión sincera de los objetivos de los otros sobre la base de nuestras propias finalidades tiene la probabilidad de ser más precisa en situaciones socialmente estandarizadas; ya que si dos personas están entrenadas en forma similar, es posible que los propósitos que uno encuentra en sí mismo sean similares a los del otro. Pero en una sociedad compuesta de situaciones ampliamente diversificadas, las adscripciones de propósitos son más frecuentemente erróneas.
La disposición orgánica —la “necesidad” que tiene el niño de alimentarse, su dependencia de lo que se le proporciona, y la experiencia de los gestos de aprobación y asco por parte de los que lo cuidan, se combinan en la formación del apetito y de los gustos del principiante social.La anticipación de metas que cumplirán nuestros impulsos se da a menudo en términos de símbolos. Así, el propósito o la intención pueden llamarse “impulso simbolizado”. Los deseos son para algo. Se pue de decir que los impulsos que no están ligados a un objeto que los satis faría son irracionales o indefinidos.
El objeto de nuestros deseos y propósitos se seleccionará naturalmente entre los objetos socialniente disponibles o que se nos ofrecen, por más extraña. mente que se combinen en fantasías que surgen de privaciones muy largas. Nuestros deseos de cosas particulares a menudo están en nosotros porque otros las desean. Spinoza dijo que “la emulación es el deseo de algo que se engendra en nosotros por el hecho de que imaginamos que otros también lo desean”La comprensión sincera de los objetivos de los otros sobre la base de nuestras propias finalidades tiene la probabilidad de ser más precisa en situaciones socialmente estandarizadas; ya que si dos personas están entrenadas en forma similar, es posible que los propósitos que uno encuentra en sí mismo sean similares a los del otro. Pero en una sociedad compuesta de situaciones ampliamente diversificadas, las adscripciones de propósitos son más frecuentemente erróneas.
La disposición orgánica —la “necesidad” que tiene el niño de alimentarse, su dependencia de lo que se le proporciona, y la experiencia de los gestos de aprobación y asco por parte de los que lo cuidan, se combinan en la formación del apetito y de los gustos del principiante social.La anticipación de metas que cumplirán nuestros impulsos se da a menudo en términos de símbolos. Así, el propósito o la intención pueden llamarse “impulso simbolizado”. Los deseos son para algo. Se pue de decir que los impulsos que no están ligados a un objeto que los satis faría son irracionales o indefinidos.
No podemos abordar fructíferamente los “deseos” contraponiéndolos a lo que es deseado. En el deseo, el conte nido y el impulso forman una unidad intrínseca.En el momento de alimentarlo, el niño levanta la cabeza, agita las ma nos, abre la boca sin dientes. Su madre dice que tiene hambre, al inferir “hambre” de la actividad que observa.
La certeza de su afirmación se ve en la avidez con la que el niño toma el pezón, lo sostiene firmemente y succiona fuertemente. Las preferencias alimenticias del niño se establecen por la elección y el control del alimento que se le ofrece. Aprende lo que es “bueno” y lo’ que es “malo” para comer, que el alimento es bueno y las heces son repugnantes; y, oportunamente, deseará uno y rechazará las otras. Los impulsos hacia el alimento se disciplinan así por sensaciones del tacto y de la vista, del gusto y del olor, y, cosa más importante, por las normas de los otros expresadas en presencia del niño: las definiciones sociales de los apetitos y los umbrales del disgusto. Por medio de sus expresiones de asco y sus gestos de aprobación, la madre establece el “gusto” del niño.
La anticipación de metas que cumplirán nuestros impulsos se da a menudo en términos de símbolos. Así, el propósito o la intención pueden llamarse “impulso simbolizado”. Los deseos son para algo. Se puede decir que los impulsos que no están ligados a un objeto que los satisfaría son irracionales o indefinidos. No podemos abordar fructíferamente los “deseos” contraponiéndolos a lo que es deseado.
La anticipación de metas que cumplirán nuestros impulsos se da a menudo en términos de símbolos. Así, el propósito o la intención pueden llamarse “impulso simbolizado”. Los deseos son para algo. Se puede decir que los impulsos que no están ligados a un objeto que los satisfaría son irracionales o indefinidos. No podemos abordar fructíferamente los “deseos” contraponiéndolos a lo que es deseado.
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